La palabra anillo proviene del latín 'anus' y significa 'círculo'. Por otra parte, su etimología se funde además con 'annus', esto es, la duración del círculo que traza la tierra alrededor del sol. Podríamos inferir entonces que el círculo habla, desde el origen de los tiempos, sobre del ritmo cíclico de la naturaleza, el retorno al hogar, el infinito.
No parece casual entonces que los anillos sean símbolos ancestrales de los votos de amor que periódicamente renueva una pareja que se ama. Dijo Jung que el encuentro de dos personalidades es como el contacto de dos sustancias químicas, porque si hay reacción ambas se transforman. Y en este sentido, resulta significativo además que los símbolos alquímicos de los aspectos femeninos y masculinos, también se hallen trazados por círculos.
Es un lugar recurrente de las tradiciones populares, atribuirle un poder mágico a los anillos. No es en este sentido inocente el valor que un anillo tiene como emblema de alianza. El anillo único soñado por Tolkien confería un poder especial a sus propietarios, pero a su vez, los poseía hasta la locura.
En muchas ceremonias de diversas religiones, en las que se celebra una alianza en la pareja, el ministro bendice los anillos. Este gesto sin duda recuerda la tradición de atribuir a los anillos poderes más allá de lo humano.